martes, 22 de abril de 2008

Paris S.XX

Ya se ve, estaba ingresando en un casa bancaria que recurría a todos los adelantos de la mecánica y los adoptaba.
Por otra parte, en esta época, la abundancia de negocios y la multiplicidad de correspondencia conce¬dían una importancia extraordinaria al más sencillo equipamiento.
El correo de la casa Casmodage movía por lo me¬nos tres mil cartas diarias, que salían para todos los rincones del mundo. Una máquina Lenoir, de quince caballos de fuerza, copiaba sin pausa las cartas que quinientos empleados le iban entregando.
Y sin embargo el telégrafo eléctrico habría debido disminuir enormemente la cantidad de cartas, ya que nuevos perfeccionamientos permitían una correspon¬dencia directa con los destinatarios; el secreto se podía así guardar y los negocios más considerables tratarse con seguridad a la distancia. Cada casa poseía sus cables propios, que operaban según el sistema Wheatstone, en uso en toda Inglaterra hacía tiempo. Innumerables valores que se cotizaban en el mercado libre se inscribían por sí mismos en los paneles situa¬dos al centro de las Bolsas de París, Londres, Francfort, Amsterdam, Turín, Berlín, Viena, San Petersburgo, Constantinopla, Nueva York, Valparaíso, Calcuta, Sydney, Pekín y Nouka-hiva.
Por otra parte, el telégrafo fotográfico, inventado en el siglo pasado por el profesor Giovanni Caselli, en Florencia, permitía enviar a cualquier parte el facsímil
de cualquier escritura, autógrafo o dibujo, y firmar letras de cambio o contratos a diez mil kilómetros de distancia.
La red telegráfica cubría ya la superficie completa de los continentes y el fondo de los mares; América se encontraba a la altura de Europa, y en la experiencia solemne que se hizo en Londres en 1903 dos científi¬cos se pusieron en contacto después de hacer que sus despachos recorrieran toda la faz de la tierra.

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